Declaración de la Comunidad de Indagación en Filosofía e Infancia en Chile (CIFICH) sobre situación nacional del SENAME

Declaración sobre situación nacional del SENAME

Desde nuestro enfoque entendemos la infancia como una capacidad vital, un impulso y pasión por la fuerza de la vida. Además, la infancia (en su terminología etimológica) representa las voces no dichas, el habla no escuchada y, en ese sentido, una gran posibilidad de nuevos discursos, de nuevas visiones del mundo que desconocemos.

Reflexionar sobre la situación nacional que se ha ido conociendo sobre la institucionalidad del SENAME, nos obliga a pensar desde la situación de la niñez y la adolescencia de nuestro país, pero sobre todo desde el lugar que hemos tomado para reflexionar acerca de la infancia. Nos preguntamos ¿qué voces hemos dejado de escuchar para llegar a encontrarnos en esta terrible situación actual que daña no sólo a las personas que directamente la viven, sino también la posibilidad de renovación que representan y son las niñas, niños y jóvenes de nuestro país? ¿Qué vitalidad y qué novedad vulneramos cada vez que hemos vulnerado la vida de estas niñas, niños y jóvenes? ¿De quién sino nuestra, como personas, como sociedad, que hemos vulnerado en el día a día a niñas, niños y jóvenes, condicionando su pobreza o carencia en invisibilidad, en pérdida, en ausencia social, puede ser la responsabilidad por una vida distinta, con otros imaginarios sociales, donde estos/as otros/as sean personas, efectivamente?

El análisis acerca del adultocentrismo que moldea nuestra sociedad es ya muy conocido, pero no es suficiente respuesta para la invisibilidad en la que han caído ante nuestra mirada los cientos de niñas, niños y jóvenes que han sido “institucionalizados” en su vida, desvinculándolos de los afectos vitales, de las expectativas vitales, de sus hablas y de sus deseos. La burocracia de los sistemas tampoco basta como razón para explicar que las personas a cargo de las instituciones del SENAME hayan olvidado considerar las vidas y proyectos vitales de cada uno/a de estas niñas, niños y jóvenes, el olvido de otro/a, la negación de un/a otro/a que tienen a cargo de cuidar, de proteger, de permitir seguir y continuar sus posibilidades vitales, arrebatadas por los contextos sociales en los que su vida se ha desarrollado.

Quisiéramos encontrar hoy, ante esta dura situación una oportunidad para una infancia en su más pleno sentido, un nuevo comienzo. Tenemos el desafío como sociedad, de volver a encontrarnos con niñas, niños y jóvenes para ser considerados en sus lenguajes, sus hablas, sus realidades, desde la vitalidad que tienen, podemos volver a construir para y con ellas y ellos una comunidad compartida, siempre y cuando estemos dispuestos al diálogo real, efectivo, de un mundo común en el que podamos aprender de sus voces, entregar lo que conocemos y ofrecerles la bienvenida a un mundo que puede ser distinto si para nosotros la existencia de todas y todos es una posibilidad para proyectar la vida común, sin caridades, sin limosnas, sin deber ser, sino un compartir solidario, asumiendo las responsabilidades que como garantes tenemos de posibilitar la vida de todas y todos quienes conforman nuestra comunidad, con las nuevas voces que aún desconocemos.

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