Carta de bienvenida de los ayudantes a los mechones del Departamento de Ciencias Históricas

Bienvenida a los mechones del Departamento de Ciencias Históricas

Queridos mechones:

Sean todos muy bienvenidos!

Como ayudantes y personal de apoyo a la docencia del Departamento de Ciencias Históricas, quisiéramos saludarlos muy cordialmente, aprovechando esta oportunidad para contarles que han entrado a una de las facultades más emblemáticas de la Universidad de Chile, la primera y más antigua casa de estudios del Chile republicano.

En efecto, la Facultad de Filosofía y Humanidades fue fundada por el mismo decreto que inaugura la Universidad de Chile en 1842 y su misión fue cultivar y fomentar las letras, encargándose de dirigir las escuelas primarias y ocuparse preferentemente de la lengua, la literatura, la historia y la estadística nacional.

Pese a que la Facultad de Filosofía y Humanidades orientaba y supervisaba la enseñanza secundaria, sólo será a finales del siglo XIX, con la creación del Instituto Pedagógico -durante el gobierno de José Manuel Balmaceda-, que se comenzará a desarrollar la labor de educar maestros para dicho nivel, tarea hegemonizada hasta el momento por facultades profesionales y congregaciones religiosas. Análogamente, discusiones centrales en torno al sentido que debía tener la educación chilena -protagonizadas por los principales intelectuales de la época- se dieron en gran medida dentro de nuestra facultad, desde finales del XIX al primer tercio del siglo XX.

De cualquier modo, hacia esos años se hacía evidente que tanto la sociedad chilena como el contexto mundial habían cambiado lo suficiente como para que se requiriese un importante reacomodo institucional que permitiera abordar estas nuevas realidades. Este comenzaría por los nuevos estatutos de 1931, que consagraban la autonomía universitaria, y que fueron logrados a partir de largas luchas estudiantiles.

Desde esos años hasta el golpe de Estado de 1973, contexto en el cual la Universidad de Chile tenía un rol preponderante en las discusiones sociales y políticas del país, esta Facultad de filosofía y humanidades liderará procesos tendientes a modificar la relación entre la sociedad y la universidad: pedagogía experimental, extensión, producción cultural, procesos de participación política estudiantil. Por cierto, también es necesario reconocer y analizar los límites ideológicos, políticos y económicos de los procesos anteriores, pues su balance crítico puede darnos luces para los desafíos del presente.

Estos últimos, como sabemos, se encuentran fuertemente mediados por las políticas y acciones impulsadas por la dictadura cívico-militar, las que golpearon de manera muy intensa a la Universidad de Chile en general y a su Facultad de filosofía y humanidades en particular, siendo una de las facultades más dañadas. Entre estos, uno de los peores daños vino con la contrarreforma de 1981, en que se desarticuló la Universidad de Chile, dividiéndola en varias instituciones. El Instituto Pedagógico se transformó en la "Academia Superior de Ciencias Pedagógicas", institución que posteriormente adquirió condición universitaria al convertirse en 1986 en Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Paralelamente, nuestra facultad fue relegada a un alejado recinto en la comuna de La Reina, desconectándola del resto de la universidad.

En 1991, la Facultad se instaló en su actual edificio, que era su Biblioteca Central, y formaba parte de un proyecto para construir la biblioteca más grande del continente, truncado por la intervención militar en la universidad.

Tal como sabemos, durante las últimas décadas se ha conservado e incluso profundizado el modelo neoliberal, lo que ha mantenido a nuestra facultad en una compleja situación, muchas veces adecuándose a los criterios economicistas y tecnocráticos imperantes, así como a rencillas internas que han dificultado el desarrollo de un proyecto común y revitalizador. A su vez, esto redunda en una desconexión entre la sociedad y la reflexión académico-intelectual, que sólo se ve desafiada por iniciativas más o menos acotadas, pero que muchas veces se diluyen o pierden potencia, ante falta de políticas institucionales adecuadas, o peor aún, el desinterés por parte de la comunidad universitaria.

Hoy día quisiéramos asociar la construcción del edificio nuevo con la posibilidad de comenzar un proceso de fortalecimiento de la facultad y específicamente de nuestro departamento de historia, buscando superar la precarización que en los últimos años ha traído la profundización del neoliberalismo en Chile. Para ello necesitamos retomar un papel significativo en la discusión pública nacional, pero también avanzar hacia condiciones laborales y académicas dignas y adecuadas a las necesidades contemporáneas.

En última instancia, el edificio que habitaremos próximamente simboliza una oportunidad para iniciar un nuevo ciclo en que nos encontremos a la altura de los nuevos desafíos políticos y culturales que viviremos en los próximos años. Pero para poder lograrlo, debemos empezar a construir desde ya.

Nosotr@s estamos comprometidos con ello y desarrollaremos diversas instancias durante el año para poder avanzar en las transformaciones que necesitamos. Les invitamos a participar, reflexionar y trabajar en conjunto para ello.

Ariadna Biotti

Carla Díaz

Christopher Simpson

Daniel Fauré

Enrique Riobó

José Román

José Miguel Fuentes

Macarena Orellana

Matías Maldonado

Mónica Iglesias

Xóchitl Inostroza

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