Entrevista con la Prof. Daniela Picón, académica del Departamento de Literatura:

La doble naturaleza de la obra de William Blake: escribir e iluminar

La doble naturaleza de la obra de William Blake: escribir e iluminar

Para la Prof. Daniela Picón, publicar un libro sobre la obra de Blake requiere una doble condición. Considerar el texto escrito y las imágenes como dos dimensiones indisociables: el poeta y el pintor. Visiones de William Blake. Itinerarios de su recepción en los siglos XIX y XX es, en consecuencia, un libro bellamente editado por Calambur, en el cual se hace presente la doble naturaleza de la obra del visionario inglés.

Luego de la defensa de su tesis doctoral en la Universidad Pompeu Fabra, Daniela Picón fue contactada por Domingo Rodenas, editor de la serie Ensayos de Calambur. "El trabajo que vino fue el de transformar una tesis académica en un libro, abrirlo, soltarlo", explica, para que fuera interesante de leer y que expresara la identidad de William Blake cuya intensidad y alcance ha sido capaz de atraer a un público amplio constituido, entre otros, por interesados en la literatura, la pintura y la mística.

Comunicar la visión

"Entré en Blake a partir de la Edad Media y lo que hago en el libro es ir desde Blake hasta el siglo XX”. En el magíster en Literatura, cuenta Daniela Picón, fue co dirigida por las profesoras María Isabel Flisfisch y María Eugenia Góngora en un estudio comparado entre Hidelgard de Bingen y William Blake. Con un trabajo enfocado en el estudio de la "escena de la escritura", se abordaron las relaciones existentes entre estos dos visionarios que pertenecieron a contextos históricamente alejados, pero que compartieron tanto la experiencia de la visión como el proceso de comunicarla.

Blake puso especial énfasis en dar con una manera auténtica de comunicar sus visiones y la encontró en los códices medievales, un formato de libro que considera apropiado a sus fines: no solo escribir, sino iluminar esas visiones en imágenes y en texto. "Varias de las claves para entender la obra de Blake se encuentran en la cultura medieval. No solo por el carácter visionario de la obra, por sus libros proféticos, sino también por el formato, que para él es fundamental", señala la autora.

Es así como la obra de William Blake señala a la Edad Media como un paraíso perdido en el contexto de la revolución industrial inglesa. Y es desde la recuperación de un pasado de carácter artesanal desde donde conecta con las recepciones que tendrá en el siglo XX y es también desde allí desde donde instalará una crítica hacia la obra de arte y su proceso. “Hay toda una subversión porque no existen originales ni copias de los Libros Proféticos Iluminados. Cada uno es original y no existen copias que sean una igual a la otra. Blake jugaba mucho con el orden de las planchas en sus grabados. Como él participaba del proceso del inicio hasta el final, podía retocar detalles. Cambiaba imágenes, textos, colores. Hay una constante creación que requiere de mucha dedicación y tiempo. Eso, lamentablemente, encareció mucho sus libros proféticos iluminados, lo que marginalizó, en gran medida, su obra”, explica Daniela Picón.

¿Por qué escoger esta forma particular de dar a conocer sus visiones? Porque era más auténtico que entregar un texto a un editor en un formato como la imprenta, uno de los hitos que marca el tránsito de la Edad Media a la Modernidad. Blake se constituye como una crítica a la desvinculación entre el autor y el libro. "Esa desvinculación entre el autor y la obra es lo que quiso evitar Blake. Quiso mantener ese contacto creativo permanente, de principio a fin, con sus libros".

Melancolía y público: por una lectura libre e imaginativa

Las urgencias económicas obligaron a Blake a vender su colección de viejos grabados, de la que solo conservó la lámina de la reproducción de la Melancolía I de Durero que mantuvo sobre su mesa de trabajo.

El grabado de Durero contiene una profunda reflexión sobre la condición del genio artístico y la relación entre el arte y la ciencia, formulada en el contexto de la transición hacia la modernidad, una reflexión que está también presente en la obra de William Blake.

Blake se sitúa fuera del mercado del arte, intentando llegar a un público que recién se estaba letrando y que no necesariamente estaba constituido por burgueses. A Blake le gustaban las calles, ir debajo de los puentes, conversar con los obreros y artesanos de Londres, quienes eran mirados peyorativamente, en contraposición de quienes, se pensaba, merecían ser considerados como "artistas". Es a este público más marginal al que quería llegar Blake con su propuesta de lectura libre e imaginativa.

Y es el propio Blake quien decide quedarse trabajando en un sótano, solo en su casa, creando obras únicas, de las que producía muy pocas copias. "Mi propósito es vivir para el arte y nada más", decía.

Es así como este recorrido por la historia de su recepción da cuenta, por una parte, de la marginación de su obra, pero también del surgimiento de otros interesados en contextos distintos, los que no necesariamente son marginales. En este contexto se entiende la oposición de William Blake a las normas artísticas de la Royal Academy, con la cual tuvo una relación problemática. Para Blake, una auténtica obra de arte es en la que el artista sitúa y comunica símbolos y no simplemente la preocupación por la técnica o la belleza estética.

"Ese público fue emergiendo a lo largo de los años, desde el siglo XIX y hasta el siglo XX. Justamente esa condición marginal, periférica, que tuvo Blake lo convierte en un personaje que hasta la actualidad tiene muchos enigmas por revelarnos. Seguramente hay muchas cosas nuevas que se encuentran de manera potencial en su obra y que tenemos que descubrir", finaliza Daniela Picón. 

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