Declaración pública del Departamento de Ciencias Históricas

Declaración pública del Departamento de Ciencias Históricas

Ante una avalancha de críticas y rechazos manifestados desde el ámbito académico y docente por Premios Nacionales de Historia, directores de Departamentos e Institutos de Historia de numerosas universidades, connotados intelectuales y Premios Nacionales en Humanidades, como de los profesores de Chile se ha respondido que no deben albergarse temores ante esta medida, porque: 1) La enseñanza de la Historia Mundial se inicia desde 7° básico, 2) Durante 1° y 2° medio se puede cubrir perfectamente toda la Historia de Chile, 3) La nueva asignatura de Educación Ciudadana sería impartida por profesores de Historia y cubriría temáticas anteriormente impartidas en la asignatura de Historia, y lo que más se ha enfatizado, 4) Este nuevo currículum promueve mayores grados de libertad para elegir, búsqueda que estaría amparada en currículos similares de varios países desarrollados, por lo tanto, la formación histórica no sería realmente sacrificada, sino más bien se potenciaría la electividad y la profundización.

Sin embargo, oponemos serias reservas a estos postulados en razón de los siguientes argumentos:

  • La comprensión cabal de los procesos históricos, de la que se deriva la comprensión de los fundamentales derechos y deberes de todo ciudadano, requiere de una madurez emocional, social e intelectual que sólo se alcanza entre los 16 y 17 años, es decir, precisamente cuando los estudiantes ingresan a 3ro medio.
  • Un currículum adecuado para fomentar una forma de pensar históricamente fundada requiere un despliegue de al menos cuatro años de enseñanza media, en los que se intercalen contenidos de Historia Mundial, Historia de América Latina e Historia de Chile, junto a una vinculación esencial con los espacios y territorios con los que interactúan intensamente.
  • La mejor forma de vincular conceptos de ciudadanía y de formación cívica es examinar como a lo largo del tiempo -a través de la Historia- se han ido construyendo canales que han administrado el conflicto, se han expresado en derechos y deberes y lo han convertido en acuerdos, pactos y reglas del juego legitimadas en democracia, y de qué modo tales canales pueden ser constantemente perfeccionados a través del ejercicio del diálogo y del debate ciudadano para enfrentar situaciones cotidianas referidas al espacio educacional, barrial y político. Por el contrario, la mejor forma de apagar el entusiasmo por el espacio público es a través de conceptos abstractos desencajados de las trayectorias personales y colectivas, como de las circunstancias cotidianas. En ese sentido, aquí es donde más Historia se requiere.
  • La búsqueda de libertad no debe homologarse linealmente con electividad-y, de hecho, la gran mayoría de los países que sirven de referencia a esta reforma curricular no ha incurrido en este error. Por el contrario, esta búsqueda debe estar equilibrada con el principio de una mínima equidad, que se concreta en impedir que una formación sólida en Historia sea privilegio de una minoría, aquella que a través de la enseñanza particular podrá financiar una mayor cantidad de electivos, mientras que a una abrumadora mayoría de la población se le dejara sujeta a los mínimos exigibles y, con ello, sin una adecuada formación histórica, que le entregue herramientas cognitivas fundamentales para ejercer fundadamente su ciudadanía. Cruzado este umbral, en aras de la libertad fácilmente se puede empeorar la segmentación y las asimetrías.

Por cierto, nos anima el regreso de la Filosofía como asignatura obligatoria, pero por eso mismo no podemos resignarnos a que el rol que cumple la Historia como uno de los pilares fundamentales dentro de una red cultural generadora de sentidos básicos quede erosionado para favorecer una supuesta libertad para elegir, que sólo está siendo promovida en algunos países circunstancialmente atrapados por esa obsesión, ya que otros, en su gran mayoría, prefieren preservar la comprensión del pasado como herramienta para actuar responsablemente en el presente y trazar líneas equilibradas para el futuro. No podemos olvidar que las únicas competencias que la abrumadora mayoría de la población podrá desarrollar para obtener una forma histórica de pensar serán aquellas a las que accedan a través de la educación secundaria, con todas las consecuencias que ello tiene en nuestra democracia.

Los investigadores, académicos y profesores de Historia, Geografía y Educación Cívica tenemos plena conciencia de que nuestros esfuerzos deben estar dirigidos a generar una sociedad socialmente más inclusiva y más responsable políticamente, como a gestar un escenario que promueva la iniciativa, el esfuerzo y la creatividad. En ese sentido, hacemos votos porque se generen los espacios de discusión ciudadana en que se revise desprejuiciadamente este ajuste curricular, pero donde también se examinen responsablemente sus consecuencias a largo plazo, no para los profesores de Historia, académicos e historiadores, sino para el conjunto de la sociedad.

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