Carta del decano Carlos Ruiz Schneider a la comunidad

Carta del decano Carlos Ruiz Schneider a la comunidad

Estimadas y estimados académicos, estudiantes y funcionarios:

En el contexto de una emergencia sanitaria global que se agrava, que nos afecta a todas y todos de manera cada vez más cercana y cuyas consecuencias ahondan la desigualdad social de nuestro país, nuestra Facultad se ha reunido de manera triestamental, desde la semana pasada, buscando esclarecer mejor la situación que nos afecta y decidir en conjunto acciones que puedan aminorar el daño inmenso que esta nueva realidad nos está produciendo. En realidad, la Escuela de Pregrado y la Dirección de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios han venido realizando reuniones conjuntas desde marzo con los representantes estudiantiles. Algo similar ha ocurrido también en otras instancias de la Facultad, como la Escuela de Postgrado, pero nos ha parecido necesario, como Decanato, que era indispensable reunirnos como comunidad.

Así, organizamos desde el 9 al 11 de junio, un conjunto de encuentros de la comunidad, que incluyeron dos Consejos Extraordinarios de Facultad y jornadas de trabajo de carreras, departamentos, centros y estamentos, en el marco del compromiso con la participación que anima a este Decanato desde sus inicios.

Han sido reuniones muy fructíferas en mi opinión, de las que surge una cantidad muy importante de diagnósticos, propuestas y principios generales que queremos reafirmar hoy y que iremos procesando y llevando a la práctica en los próximos días, no bien hayamos recibido todos los documentos que recogen este trabajo desde las carreras, departamentos y centros.

Propusimos una reflexión centrada en tres ejes: 1) La situación global del país en el contexto de la pandemia y la crisis social y su impacto en la Universidad 2) Las graves dificultades que experimenta nuestra comunidad por las condiciones en las que se está llevando a cabo nuestro trabajo y estudio como funcionarias y funcionarios, académicos y académicas y estudiantes y 3) El impacto que esta situación tiene y está teniendo en nuestro bienestar como personas y colectivos.

En lo que toca a la relación entre la Universidad y el país, ha habido consenso en nuestras deliberaciones en el sentido de que el país atraviesa por una grave crisis que afecta la salud y la economía, generando una profunda crisis social que está afectando especialmente a los más vulnerables. Nos ha parecido también que la situación actual pone de manifiesto los límites estructurales del modelo de educación superior que tenemos. Es un modelo concebido como un sistema mixto, centrado en el financiamiento de los estudiantes y no de las instituciones. Esto significa que las instituciones públicas y estatales, tienen que competir con las privadas por fondos, lo que termina por minar profundamente el sentido mismo de las instituciones del Estado y por amenazar su existencia.

En este sentido la Facultad y la Universidad tienen que insistir, en primer lugar, en que la idea de un derecho a la educación implica fondos basales respaldados por el Estado que debieran canalizarse fundamentalmente a través de las instituciones estatales. Por lo demás, el Estado ha concurrido en la crisis a apoyar empresas y otras instituciones que tienen que ver con bienes públicos y que están en situaciones comparables. Esto no debería impedir aportes a estudiantes de otras universidades, pero el Estado tiene en primer lugar que garantizar la existencia y funciones de sus instituciones, que han dado muestras además de un compromiso profundo con las necesidades del país en la actualidad. De esta manera, sumando a los aportes estatales los aportes que eventualmente pudiera hacer la Universidad, podríamos contribuir a enfrentar los efectos de la crisis en el financiamiento institucional sin poner en cuestión la continuidad de nuestras funciones.

Una parte muy importante del trabajo de los grupos se ha centrado en el segundo tema, abordando la organización y las dificultades que ha representado para la comunidad el trabajo, la enseñanza y el aprendizaje a distancia y la disminución casi completa de las actividades presenciales. Se ha subrayado el stress y la sobrecarga de trabajo que han representado para todos los estamentos, las condiciones impuestas por la pandemia.

En este tema las propuestas han tenido dos ejes, uno externo y otro interno.

En el eje externo lo esencial es la exigencia, dirigida fundamentalmente hacia el Ministerio de Educación, la CNA y la ANID, pero también a la Universidad, de la flexibilización y ampliación de los plazos para titulación, las acreditaciones y la postulación a fondos concursables y a beneficios como las becas Bicentenario y vocación de profesor. Una preocupación muy importante ha sido la de exigir que este semestre no cuente en el cómputo de la extensión de las carreras de pregrado, ya que los atrasos en este sentido van a afectar la gratuidad. Para las pedagogías esto incluye sobre todo una nueva mirada sobre los proyectos formativos y cómo influyen estos y sus reformulaciones en la realización de las prácticas en las escuelas, ya que la imposibilidad actual de prácticas presenciales obliga a repensar y redefinir nuevas modalidades formativas pedagógicas.

Desde el punto de vista interno, han surgido propuestas para organizar semanas de receso con claustros biestamentales reflexivos, para adecuar la extensión de los horarios de cursos y considerar la exigencia de lecturas, evitar la acumulación de evaluaciones, privilegiar las evaluaciones formativas y para extender el plazo de eliminación de ramos y modificar las causales de eliminación. En postgrado temas que preocupan son los plazos de las tesis y la ampliación de las becas de arancel.

En el último tema que se hace cargo de las ansiedades y el dolor generados por la situación sanitaria y la sobrecarga de trabajo que provoca abordar algo para lo que no estábamos preparados, las propuestas han subrayado separar las actividades laborales y académicas de las actividades domésticas, fijando horarios apropiados, reforzar los espacios triestamentales para considerar las temáticas de salud mental, que se aborden las problemáticas de género que surgen en las nuevas condiciones y que se refuerce el acceso y el aprendizaje del uso de las herramientas informáticas.

Como se ve, el conjunto de las inquietudes que subyacen a estos diagnósticos y propuestas es variado, pero siempre expresa necesidades y preocupaciones profundas de la comunidad, que nos comprometemos a abordar y buscar resolver. Las Escuelas y Direcciones irán concretizando las medidas más adecuadas para llevar adelante estas propuestas. No podremos, sin duda, hacerlo todo ahora, pero si podemos manifestar nuestro profundo compromiso con estas demandas y con la continuidad de este trabajo mancomunado, abriendo también un espacio para que muchas de estas peticiones sean abordadas y resueltas por las unidades mismas en un trabajo común.

Mi compromiso como Decano es, por tanto, recepcionar y acoger en un clima de diálogo los acuerdos y propuestas que surgen desde el ámbito académicos, estudiantil y de funcionarios y que se expresaron en las recientes jornadas de trabajo.

Para terminar, querría agradecer a los académicos y académicas, a las funcionarias y funcionarios y a los y las estudiantes por el compromiso con la Facultad y sus actividades durante este período y, muy especialmente, solidarizar con las personas que han vivido esta enfermedad, o que han perdido a familiares o personas cercanas y expresarles nuestro más profundo apoyo en estos días.

Carlos Ruiz Schneider
Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades

15 de junio, 2020.

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